En busca de escoba a Brañosera


El lunes día 15 de abril, nos encontramos todos en el centro del Poblado cántabro, una vez organizado el sistema de transporte, dedicimos partir hacia nuestro destino: Brañosera.
Siete valientes nos dirigimos a la búsqueda del material que servirá para salvar el tejado de la cabaña que representa a la del S. VIII a.C.


Una vez llegados a nuestro destino, nos pusimos manos a la obra, el jefe de nuestra expedición nos dio las instrucciones necesarias para ejecutar nuestro trabajo. Él llevaba la voz cantante, con su tajamatos en la mano se dirigía de un sitio a otro seleccionado y cortando aquellos arbustos de escoba que pudiesen servir para nuestro fin.


La tarea fue ardua, pues tuvimos que ir recogiendo todos los haces que iba dejando a su paso, uniéndolos y formando fardos que amarrábamos con cuerda para poder transportarlos más tarde. Unos y otros nos ocupamos de ir transportándolos hacia un lugar seguro, amontonándolos y controlando que el trabajo estuviese bien hecho.

Una vez que el capataz dio por finalizada su tarea ya que habíamos conseguido llegar al objetivo por el que estábamos allí, nos pidió que llevásemos los fardos a lugar seguro, para lo cual empezaba lo realmente duro. Trasnportarlos uno a uno, teniendo en cuenta que el lugar era un monte, por lo que estábamos en un parte elevada y cubierta de fango.

Parte del grupo se situó en la parte alta del monte y otros en la base, y los de arriba empezaron a lanzar los fardos hacia abajo, con el consiguiente riesgo, que algunos de ellos se quedasen a medio camino, trabados en los árboles o matorrales de espino, y hubiese que rescatarlos posteriormente. 


Podría decirse que fue en este preciso momento cuando se inventò el nuevo deporte cántabro: el FARDING. De hecho, de los participantes del mismo, ya podríamos considerar algunos campeones.

Una vez que conseguimos poner las casi 100 haces a resguardo de maleantes, la labor fue dada por finalizada.

La recompensa estaba cerca: unas botas llenas de barro, algunas quemaduras y arañazos y, sobre todo, un notable cansancio. Pero, también, la satisfacción de haber hecho lo que debíamos y que nos felicitasen por haberlo hecho en un tiempo mínimo.

Por todo ello, gracias a todos los que formaron parte de esta expedición, esperemos que esta sea la primera de varias, aunque las próximas se presenten más tranquilas.